En NY los negros tienen los ojos verdes.

Sí, lo confieso. Me encantan los negros.

Es una cosa que se me va de las manos.

En Nueva York, los negros que esperan de pie en frente de las tiendas de bolsos de altas marcas o de joyerías podrían ser los modelos más espectaculares de cualquier pasarela, pero ahí están.

El día que conocí a Kyle, a mí casi me da un vuelco al corazón.

Os lo juro. 

Trabajaba con empresas constructoras, y estaban tratando unos temas de 'managing contractor' con algunos de mis jefes. Había montado varias empresas y de hecho trabajaba por libre.
1,90 de hombre, fornido, vestido en traje y corbata, saliendo de un coche espectacular, negro y con los ojos verdes.

Yo me enamoré la primera vez que abrió la boca, era increíble: a parte de una voz de ensueño, hablaba de la vida como una lucha y un continuo acierto. Tenía una profundidad a la hora de hablar que me dejaba impresionada, eso, y unos dientes demasiado blancos.
Era una curiosa mezcla entre jamaicanos, africanos y americanos...me alegró comprobar que la especie cuando se mezcla, mejora :)

La segunda vez que nos vimos, fue en una cafetería y él vestía camiseta negra y vaqueros. Él tenía unas ganas locas de conocer todo de mí y me escuchaba todo el rato, me preguntaba, me miraba, me sonreía y afirmaba su escucha preguntándome el fondo y trasfondo de todo. Encajamos desde el primer minuto.

La tercera vez que nos vimos yo me iba a marchar a Philadelphia unos días y tenía que cambiar el billete para poder irme de viaje. Kyle se ofreció a ayudarme con ello y fue completamente adorable con la recepcionista, la cual se conmovió tanto con el chaval que me regaló el billete de vuelta que aún no había cogido. Acto seguido una persona en la ventanilla de al lado tenía un problema con un tema de un itinerario y él rápidamente se ofreció a ayudarla. Fue increíble su intervención solidaria, su capacidad de involucrarse y sacar una sonrisa a todos los de su alrededor. Me parecía impresionante cómo le miraba la gente y más aún...
cómo lo miraba yo.

A punto de subirme a ese autobús me besó, me besó como se besa en las películas. Como besan los hombres de verdad, como increíblemente besan los negros. Con esos labios de negro.

Me abrazaba porque sabía que yo regresaría y tendría 6 largos y duros días de trabajo...sin poder verlo...

El viaje a Philly fue genial pero no paraba de pensar ni hablar con él y de él. Me tumbaba en el césped y lo imaginaba...

En cuanto regresé  pensé en los largos 6 días de trabajo que me esperaban...y me daba algo. Hasta que un día pasó algo...Él, el hombre trajeado, se presentó en su cochazo en la zona más chunga de Brooklyn, al sótano más lúgubre y sin salidas de evacuación bajo una iglesia de Gospel que cantaba mal...Nunca ningún chico guaperas se había presentado en mi ONG hasta ahora porque ya solo la zona les daba bastante miedo...pues ahí estaba él, vino a recogerme de noche: de hecho decidió incluso entrar en 'la base' y ver la gente que (hecha un asco) allí mal-vivía.

Le impresionó muchísimo la labor que hacíamos y cómo vivíamos. Más impresionados estaban todos los que estaban en la ONG cuando lo vieron entrar por la puerta, las chicas me chistaban 'Oh my God Main, he is really handsome'...y los hombres 'yeah Main you are the winner'.
Todas las veces que venía aquí, me recordaban a ti. 
Me subí a su coche, y me llevó a las zonas más bonitas y con mejores vistas. Me contaba todo de su vida y me encantaba, hablábamos sobre la vida y nos encantábamos, sonreíamos y nos reíamos y nos encantábamos.

Había cierta lejanía porque él me respetaba mucho y yo lo admiraba demasiado, lo que hacía que solo nos miráramos. Era todo profundo, intenso, los abrazos. Y nos besábamos y nos besábamos y nos abrazábamos y besábamos.Todo era precioso...

Hasta que desapareció.

Puedo juraros,- y va la tercera vez que nombro San Francisco- que esa ciudad no tiene internet.

Desapareció. Me mandó un mensaje muy escueto diciéndome que se había ido a San Francisco por una razón.

Y desapareció.

Es que no sé qué narices contaros. Era la tercera vez que algún hombre neoyorquino se marchaba a San Francisco y dejaba de contestar mensajes. Yo no podía creérmelo. Qué le pasa a los hombres de allí. Pues os lo digo yo:::


Son jodidamente perfectos. Tanto que quieren vivir siempre solteros. Y por eso cuando se pillan o les da una movida mental, dejan de contestar. Todos igual.

Bueno, no parece ser el caso de Kyle.

Kyle volvió a escribirme, sumamente arrepentido parecía pero mi cabreo después de que esto pasara por tercera vez hizo que yo no quisiera escuchar excusas.

No quise saber nada de él en mucho tiempo con tan mala suerte que justo conocí a Luck y no quise saber del tema. Kyle solía escribirme cada cierto tiempo desde algún lado diciéndome que quería verme pero yo ya era de otro...

Pasaron 6 meses desde esa historia...cuando yo me marchaba a Madrid.

Una semana antes de irme y con todo lo que había vivido, algo de mí pensó que por no perdonar y por el dolor a mi ego...había roto algo hermoso. Su excusa había sido algo de que una tía suya había estado muy enferma y poco más, pero no quería saber por qué no había podido contestarme ni si quiera al teléfono.

Decidí contestarle por una vez a todo lo que me había escrito.

Él no paró de decirme de quedar pero yo no sabía si quería verlo y más ahora que me marchaba.
Me moría por dentro por verlo pero creo que esas son decisiones que a veces se toman en el momento.
Esta foto me la hiciste tú, desde tus ojos verdes. 

Hasta el día que me llegó su declaración de amor:

'Siempre he querido decirte esto y ahora me voy a atrever a decirlo:
Eres lo mejor que he conocido, siempre pensé que algún día serías la mujer con la que pasaría el resto de mi vida, que nos casaríamos. Que estaríamos juntos siempre.
Que hay pocas fuerzas más fuerte que la que nos atrae a nosotros, y que no hay fuerza más grande que la que podemos irradiar juntos. Porque juntos somos poderosos. Juntos somos grandes. Tú me haces bueno, me haces grande. Pienso traerte de vuelta, porque eres una gran mujer, LA mujer. Y te admiro tanto...Te quiero, y lo siento tanto Main'

Era el día antes de coger un avión y yo andaba por la quinta avenida camino de un Starbucks para ver a Steve, un amigo frikillo del que escribiré. Me paré en plena calle y se me calleron las lágrimas. También es una ciudad para llorar. En ese momento fui fuerte.

'Kyle, no sé de qué me estás hablando, me marcho mañana a vivir a otro continente'.

Por Main Stanich.

Con Kyle volví a hablar al tiempo, gracias a Dios, sobre todo por negocios.

Mantengo las distancias.

Más o menos unos 6000 km.






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