14 Wall ST
(Continuación del anterior)
Aquí me esperaban a mí.
Sí, sí, a mí. La pardilla de 26 años que acababa de terminar la carrera y no sabía nada de la vida.
Mi jefa se retrasó y así yo quedé estupendamente de cara a ambas empresas. Cuando llegué, me quedé esperándola en la puerta apoyada sobre este maravilloso rótulo inscrito en la piedra de la fachada.
Miraba el móvil muy ensimismada cuando me percaté de que un chino con gorra de golf me estaba fotografiando a mí con el cartel. Sí, yo, era un tópico de la ciudad. La imagen bonita que hace la gente cuando hace la foto típica en Wall Street de los brokers por la calle. Pues esa era yo, con mis tacones rojos de serpiente y mi vestido camisero blanco de tubo.
Pasó un hombre superagradable, me sonrió, sentí la complicidad y pensé que qué maravilla de gente trabajaba allí.
Llegó mi jefa, vestida completamente de negro
'Somos como el buen ying y yang, un equipazo' me decía.
Subimos a la planta 5ª y allí estábamos nosotras, esperando en la entrada.
Hablaré en otras circunstancias de mi proyecto final de carrera y de todas las coincidencias que tiene con este viaje, y una de ellas, la vi reflejada en estas oficinas. Mi proyecto se asentaba sobre un parque en Roosvelt Island. Ese parque de Louis Kahn había sido construido por Sciame y todo el pasillo de entrada tenía expresado en unas imágenes muy artísticas todo el proyecto arquitectónico. El proyecto que sostenía a mi proyecto. Mi mentor.
La mesa de espera estaba llena de revistas y publicaciones sobre ese parque y sobre la isla. No sé qué me deparará la vida, pero ese parque del que ya hablaré, tiene algo especial guardado allí.
Cuando nos llamaron para entrar en la sala de reuniones, apareció de nuevo el hombre que me había sonreído en la entrada y eso me relajó. Era el presidente de la compañía. Un hombre solidario y feliz.
Para el seguimiento del proyecto, llamó a entrar a dos chicas (Project managers) que venían en tacones preciosos y vestidos y se tiraban encima de los planos juzgando y dirigiendo con una fuerza, una vitalidad y una estima que yo desconocía.
Y así, en ese momento fue cuando decidí mi futuro. Yo quería ser en la vida, Project Manager.
Tras la reunión, el presidente nos hizo una visita a las oficinas y nos enseñó lo que hacían. Yo me había enamorado. Las vistas de Wall Street eran impresionantes y el ambiente inmejorable.
Antes de irnos, mi jefa le hizo saber que yo había hecho un proyecto que a ella le encantó en el parque que la compañía había hecho. El presidente mostró mucho interés y me ofreció su tarjeta personal para que el día que necesitara algo, le escribiera.
Todo son hechos reales. Por Main Stanich.
Aquí me esperaban a mí.
Sí, sí, a mí. La pardilla de 26 años que acababa de terminar la carrera y no sabía nada de la vida.
Mi jefa se retrasó y así yo quedé estupendamente de cara a ambas empresas. Cuando llegué, me quedé esperándola en la puerta apoyada sobre este maravilloso rótulo inscrito en la piedra de la fachada.
Miraba el móvil muy ensimismada cuando me percaté de que un chino con gorra de golf me estaba fotografiando a mí con el cartel. Sí, yo, era un tópico de la ciudad. La imagen bonita que hace la gente cuando hace la foto típica en Wall Street de los brokers por la calle. Pues esa era yo, con mis tacones rojos de serpiente y mi vestido camisero blanco de tubo.
Pasó un hombre superagradable, me sonrió, sentí la complicidad y pensé que qué maravilla de gente trabajaba allí.
Llegó mi jefa, vestida completamente de negro
'Somos como el buen ying y yang, un equipazo' me decía.
Subimos a la planta 5ª y allí estábamos nosotras, esperando en la entrada.
Hablaré en otras circunstancias de mi proyecto final de carrera y de todas las coincidencias que tiene con este viaje, y una de ellas, la vi reflejada en estas oficinas. Mi proyecto se asentaba sobre un parque en Roosvelt Island. Ese parque de Louis Kahn había sido construido por Sciame y todo el pasillo de entrada tenía expresado en unas imágenes muy artísticas todo el proyecto arquitectónico. El proyecto que sostenía a mi proyecto. Mi mentor.
La mesa de espera estaba llena de revistas y publicaciones sobre ese parque y sobre la isla. No sé qué me deparará la vida, pero ese parque del que ya hablaré, tiene algo especial guardado allí.
Cuando nos llamaron para entrar en la sala de reuniones, apareció de nuevo el hombre que me había sonreído en la entrada y eso me relajó. Era el presidente de la compañía. Un hombre solidario y feliz.
Para el seguimiento del proyecto, llamó a entrar a dos chicas (Project managers) que venían en tacones preciosos y vestidos y se tiraban encima de los planos juzgando y dirigiendo con una fuerza, una vitalidad y una estima que yo desconocía.
Y así, en ese momento fue cuando decidí mi futuro. Yo quería ser en la vida, Project Manager.
Esta soy yo en mis zapatos rojos y mi vestido blanco, sobre la cerámica amarmolada de Sciame. |
Antes de irnos, mi jefa le hizo saber que yo había hecho un proyecto que a ella le encantó en el parque que la compañía había hecho. El presidente mostró mucho interés y me ofreció su tarjeta personal para que el día que necesitara algo, le escribiera.
Lo que puede que aún no sepa, es que en breves, espero estar haciendo entrevistas en su empresa.
Foto sacada desde las oficinas las vistas a Wall Street. |
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