Coger un taxi en Nueva York.
Coger un taxi cerca de Wall Street a las 11 de la mañana en horario laboral es algo completamente IMPOSIBLE.
Puede que si las cosas fueran fáciles esta ciudad no existiera, porque no es como las demás.
Y ahí estaba yo, 11 de la mañana, mujer de 1.80, tacones rojos, vestido blanco camisero de tubo y unas piernas larguísimas y ni por esas los malditos indios no-se-que-en-qué-idioma-hablas que conducen los taxis no querían recogerme para salvarme la vida.
Os pongo en antecedentes. Llevaba ya varios meses trabajando en Manhattan en un estudio de Arquitectura. (no os impacientéis, ya contaré la historia). Mi jefa había decidido hacer un proyecto benéfico para una organización con una de las empresas promotoras y constructoras más potentes de NY. Además había decidido que Main, su pequeña secuace, la acompañara a la hora de presentar los planos para ver la viabilidad del proyecto y para que ya que estábamos me metiera un chute de inglés en vena muy profesional.
Habíamos quedado mi jefa y yo a las 11 en Wall Street 14 , para subir directamente a las oficinas. Yo tardaba una hora en llegar hasta ahí y justo 10 minutos después de salir mi jefa me pidió que imprimiera yo los planos porque ella no había tenido tiempo. ¿Dónde? Ni idea. Pero yo era una de esas personas que siempre quiere hacer parecer que no hay nada que no pueda hacer así que pensé 'tengo que conseguirlo'.
Corriendo por las calles de NY en tacones y como si no supiera lo que son los pies, busqué tres tiendas de impresión de planos con el GPS (voy a avisar que no es tan sencillo como imprimir en una reprografía en España) y todas ellas estaban cerradas o no imprimían en A3 así que me empezó a entrar la angustia y encima llegaba tarde a la reunión. (Mi jefa me había pedido por favor que no llegara tarde, que esto era muy importante)
Finalmente decidí escribir al presidente de la compañía, quien me dijo en un momento que imprimían ellos los planos en la oficina y entonces me relajé y senté en un bordillo mientras todos los hombres trajeados me miraban. Todos menos los que conducen taxis.
Tenía 35 minutos para llegar a Wall Street y yo estaba solo a una parada de metro. Entré en él y (por alguna maldita razón que siempre desconoceré) el metro se pasó la parada de Wall Street. A la vuelta, lo mismo. Volvía a estar en el mismo sitio y suficientemente lejos para ir andando.
Quedaban 5 minutos, suficientemente cerca como para no coger un taxi y suficientemente lejos como para ir andando con tacones. Maldita sea.
Entonces dije: taxi. ¡Hay miles de taxis en esta ciudad!
Pues como si no hubiera ni uno.
Llevaban directivos, gente importante, o señoronas pero ninguno paraba. ¡Los que estaban en verde no paraban!
Estaba completamente desesperada y no entendía por qué me ignoraban de ese modo. Tuve hasta el intento de levantarme la falda echando arte, pero lo único que conseguía es que todos los turistas y la gente de la calle (que estaba llena de gente a raudales) me miraran como tópico neoyorquino que tiene una vida demasiado estresante como para ser normal.
Después de literalmente 40 minutos de desesperación, un indio que hablaba chino decidió que era lo suficientemente 'cool' para llevarme en su taxi y me acercó a wall street. (cosa que por cierto me costó que entendiera algo más de 3 minutos)
Esta historia continua en el siguiente post.
Todo son hechos reales. Por Main Stanich.
Puede que si las cosas fueran fáciles esta ciudad no existiera, porque no es como las demás.
Y ahí estaba yo, 11 de la mañana, mujer de 1.80, tacones rojos, vestido blanco camisero de tubo y unas piernas larguísimas y ni por esas los malditos indios no-se-que-en-qué-idioma-hablas que conducen los taxis no querían recogerme para salvarme la vida.
Os pongo en antecedentes. Llevaba ya varios meses trabajando en Manhattan en un estudio de Arquitectura. (no os impacientéis, ya contaré la historia). Mi jefa había decidido hacer un proyecto benéfico para una organización con una de las empresas promotoras y constructoras más potentes de NY. Además había decidido que Main, su pequeña secuace, la acompañara a la hora de presentar los planos para ver la viabilidad del proyecto y para que ya que estábamos me metiera un chute de inglés en vena muy profesional.
Habíamos quedado mi jefa y yo a las 11 en Wall Street 14 , para subir directamente a las oficinas. Yo tardaba una hora en llegar hasta ahí y justo 10 minutos después de salir mi jefa me pidió que imprimiera yo los planos porque ella no había tenido tiempo. ¿Dónde? Ni idea. Pero yo era una de esas personas que siempre quiere hacer parecer que no hay nada que no pueda hacer así que pensé 'tengo que conseguirlo'.
Corriendo por las calles de NY en tacones y como si no supiera lo que son los pies, busqué tres tiendas de impresión de planos con el GPS (voy a avisar que no es tan sencillo como imprimir en una reprografía en España) y todas ellas estaban cerradas o no imprimían en A3 así que me empezó a entrar la angustia y encima llegaba tarde a la reunión. (Mi jefa me había pedido por favor que no llegara tarde, que esto era muy importante)
Finalmente decidí escribir al presidente de la compañía, quien me dijo en un momento que imprimían ellos los planos en la oficina y entonces me relajé y senté en un bordillo mientras todos los hombres trajeados me miraban. Todos menos los que conducen taxis.
Tenía 35 minutos para llegar a Wall Street y yo estaba solo a una parada de metro. Entré en él y (por alguna maldita razón que siempre desconoceré) el metro se pasó la parada de Wall Street. A la vuelta, lo mismo. Volvía a estar en el mismo sitio y suficientemente lejos para ir andando.
Quedaban 5 minutos, suficientemente cerca como para no coger un taxi y suficientemente lejos como para ir andando con tacones. Maldita sea.
Entonces dije: taxi. ¡Hay miles de taxis en esta ciudad!
Pues como si no hubiera ni uno.
Llevaban directivos, gente importante, o señoronas pero ninguno paraba. ¡Los que estaban en verde no paraban!
Estaba completamente desesperada y no entendía por qué me ignoraban de ese modo. Tuve hasta el intento de levantarme la falda echando arte, pero lo único que conseguía es que todos los turistas y la gente de la calle (que estaba llena de gente a raudales) me miraran como tópico neoyorquino que tiene una vida demasiado estresante como para ser normal.
Después de literalmente 40 minutos de desesperación, un indio que hablaba chino decidió que era lo suficientemente 'cool' para llevarme en su taxi y me acercó a wall street. (cosa que por cierto me costó que entendiera algo más de 3 minutos)
Esta historia continua en el siguiente post.
Todo son hechos reales. Por Main Stanich.
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