La vida a lo Manhattan.



Continuación de 'Couchsurfing'...

-¿Qué edad te crees que tengo?

Justo el vecino de enfrente solía dejarse la puerta abierta de su maravilloso pisazo de lujo extremo y yo solía mirar cómo preparaban las fiestas que tanto salen en las películas.

-No sé, tienes dos carreras en el M.I.T., apariencia de 30, experiencia de cuarentón y un piso de 35...

-24.

-Tú eres más de números.

Coyote Ugly
Luck pasó a ser probablemente la persona más 'lista' que jamás había conocido. Había vivido en muchísimos sitios, tenía mezcla de muchas culturas, creía en un solo Dios y encima compartíamos las matemáticas.

La mañana siguiente me tuve que levantar a la hora correspondiente a la que entraba él a trabajar, así que me quedé desayunando por la calle para esperar a ir a mi oficina.

Me escribió durante el rato que trabajábamos, y me preguntó si quería salir a tomar algo por manhattan, que él salía a las 9. Yo pensé que cómo iba a salir en ropa de trabajo pero parece ser que es algo normal. Así que a las 9, y con un vestido gris de tubo y mis tacones de trabajo me dirigí hacia su trabajo. Fui hasta Greenwich Village, y esperé fuera de sus oficinas a que bajara. Toda la fachada era acristalada y ocultaba algo parecido a un bosque en su interior. Parecía una de estas oficinas modernas con plantas y monos.

El primer lugar donde me llevó, supongo que para satisfacer mi curiosidad, fue un pequeño bar al lado de su trabajo que resultó ser el Bar Coyote. Yo creía que solo existía en las películas pero parece ser que no era así aunque las chicas que trabajaban allí estaban muy lejos de parecerse en nada a los bellezones que salen en la película. Pero bailaban igual sobre la barra, había sostenes por las paredes, y un montón de chupitos de vodka.

La verdad es que probablemente sea el lugar menos romántico del mundo pero me pareció divertido que se le ocurriera enseñármelo. Justo después, y pensando en mi gusto por el diseño y la decoración decidió llevarme a uno de los hoteles más espectaculares de Manhattan con una terraza espectacular. Él me había invitado a todo así que decidí invitarle a la copa de escasos 100 ml y tomarme yo un chupito para pagar 48 maravillosos dólares por ambas cosas. Aprendido quedaba que había que dejarse invitar.

Estuvimos sentados en un sofá de la terraza y yo no paraba de mirar a todas partes como una loca. Impresionante. El hotel era de máximo diseño, y me encantaba verlo. Y durante las dos horas que estuvimos sentados en el sofá yo le conté mi proyecto final de carrera, él estaba fascinado. Dos horas hablando de física, de astronomía, de ecuaciones, de estructuras...

-Main, eres de las personas más inteligentes que he conocido.

-¿Puedo poner eso en mi curriculum? Firmado, el tío del M.I.T. -pocas veces me he sentido tan admirada por un cerebro tan potente. Pero ahí estábamos, disfrutando una velada magnífica de conversación interesante.

Empezamos a quedar asiduamente. Era muy cuidadoso así que no me besó hasta la cuarta cita.
Los fines de semana solíamos quedar para salir algún día con sus amigos, o montaba alguna fiestecilla en su piso con los chicos que venían de couchsurfing.

Recuerdo varias veces que me llevó a sitios de lujo que hacía falta pase V.I.P. y otras que directamente le decían que tenía que pagar 200 dólares para tener un sitio en el local, y los pagaba. Yo intentaba disuadirle siempre pero me temo que eso para alguien que vive esa vida, tampoco es tanto.

'Y luego yo me pasaba el día echando yeso en paredes inundadas por el huracán Sandy.'


Muchas de las veces que quedábamos después de trabajar, yo llegaba a su casa y observaba las pantallas de ordenador que se ponía en serie: unas con todo en negro y verde y otras llenas de funciones aritméticas. Un día intentó explicármelo. No era lo mío.

Quedamos hasta que lo mandaron a vivir a Japón. Empezó con una novia poco después y hasta el día de hoy seguimos en contacto y nos ayudamos mutuamente.

Esta historia continúa en 'La terraza de Luck'

Todo son hechos reales. Por Main Stanich.











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